miércoles, abril 16, 2008

EL JUGLAR DE MISANTLA por LIVIA DIAZ


Se me parte el almalo sabes…

Las despedidas son maresde tormenta y luego calma.

Pastor Cano





La poesía da satisfacción de abordar un pasado y de vivir un presente. También el arroyo al susurrar, el autillo al aullar y el jilguero al trinar, cantan poesía, con estas palabras se presentó ante mí el maestro Carlos Plandiura González. Poeta de nacimiento “porque el poeta no se hace, nace.”


Avecinado en Coatzintla desde 1934, para el 2001 tenía una gran familia que consta de 10 hijos, 33 nietos, 33 bisnietos y dos tataranietos.


¿Es Usted doctor? -“Soy más que un doctor. Él te cura nada más. Yo con mi poesía voy más allá. Se han de acordar de mí. Pero yo escribo, que también es una profesión.- Así le contestó a una madre de Tihuatlán, y lo sostuvo ante mi, a sus 91 años, en pleno uso de todas sus facultades, no tenía impedimentos para ir y venir, hacer y deshacer. Crear, cantar, y además tenía muy buena memoria.


Lo conocí el día de su cumpleaños, 20 de noviembre “fiesta nacional.” Siempre lo festejó ese día, “ni uno antes ni uno después.” El festejo en su casa en Coatzintla, acompañado Leonardo Zaleta a su diestra, y por sus amigos y trovadores al otro extremo, acompañándose en sus canciones –muchas desconocidas- escritas por el mismo Carlos Plandiura.


Me obsequió la segunda edición de sus libros “Poesías de ayer, de hoy y de siempre”, y “Poesías y cantos a la Bandera, la madre y a los hombres ilustres”, autoeditados en Poza Rica en 1992, la primera edición data del los 60 y 70’s.


“Escribo para dejar algo, una huella”, me contó, mientras me preguntaba ¿cómo abordar una vida tan intensa? Entre recuerdos de sus vivencias, comenzó por sus trabajos “casi de todo”, que comenzó de peón, pasando por la política, el petróleo, la peluquería, y maestro rural.


Tuvo más amores de los que recordó. “Soy un enamorado, bohemio. Escribo mis poemas a la mujer, pero más que nada al amor. Busco mi lápiz y escribo con lo que pueda escribir.”


En alguna época su hija, también poeta, Beatriz Plandiura, le transcribía a máquina sus manuscritos, a los que luego de jubilarse como trabajador petrolero, dedicó más tiempo. En aquella época el Juglar de Misantla preparaba la publicación de su memoria histórica de Poza Rica. “Las etapas sociales de Poza Rica del 52.” Afirmaba que Poza Rica en realidad era ‘52’, porque es la distancia a Cobos, camino que transitaba la burrita o maquinita.


Auto confeso vagamundos, dijo que su camino de andanzas y experiencias quedó trunco por el mundo, cuando al estar en Querétaro, le dijeron que volviera a Misantla por encontrarse enferma su señora madre. De allá volvió a caballo y se quedó. Poco después su madre sanó, y él se quedó en Poza Rica trabajando en el Departamento de Transportes “cargando grava y arenal en el 52 para hacer todas las formas de cemento para los faros que iban a poner en la perforación de Los Cobos. La compañía era El Águila y la Royal Dodge, después hubo una huelga de 15 días para apoyar la formación de la sección 35 del sindicato en México.”


Por eso, pensando que ya no iba a tener trabajo, se fue al Tajín a trabajar en la compañía Sinclair. Encargado del departamento de arqueología como peón, “Pero luego subí de categoría, comencé a hacer actividad como tomador de tiempo, tallador, rayador (despachador) de trenes y carros y peón de vía.” Entró al sindicato en 1934, cuando le dieron la tarjeta del sindicato de Obreros de la Compañía el Águila de Tampico.


Carlos Plandiura, cuyo padre era de origen catalán, heredó y aprendió de él la contabilidad, por lo que pudo más adelante desempeñarse como oficinista en el departamento de materiales, jubilándose como oficinista de tercera en Petróleos Mexicanos, con 55 años.


Poco después, en 1978, se formó como maestro de educación rural, impartiendo en Agua Dulce, Papantla durante 13 años en la escuela “José Martínez Domínguez” de donde se jubiló también. “Hablé con el jefe de pensiones Manuel Ramos para jubilarme, ya estaba cansado. Me gustó ser maestro, pero a mi edad me cansaba bastante.”


Escribió desde los 55 años y lo siguió “toda la vida”, como él mismo me sentenció aquel 25 de noviembre de 2001, cuando lo entrevisté en la Cava: “La poesía es la satisfacción de abordar un pasado y vivir un presente.” Para el poeta -que amaba este verso,- no había satisfacción más grande que el dar en el escribir.


“Considero que la poesía romántica es para muchas personas “bella, hermosa, sublime, encantadora.” Que cual delicada rosa que al aspirar su perfume nos fascina, nos cautiva de igual forma, que se siente emoción no tan solo al escribir, también al expresarla. Porque en ella hay sentimiento un corazón que palpita emocionado. Que se conmueve.”


El tema del poema en la poesía de Carlos Plandiura es dejar un testimonio. “Hablar de sucesos que pasan, dejo ahí un recuerdo siquiera, dejo una huella de mi vida en esos poemas. Como el siguiente, dedicado a unos de sus grandes amigos, Los Panchos: Carlos Martínez y Pablo/ que también se apellidan Gil, monaguillos como un diablo/ a los fieles hacían sufrir./ Don Pablo a Xalapa fue al ser electo diputado/ yo los dejé de ver en México han triunfado./ Un trío hace años de fama que nadie podrá igualar/ el mundo entero lo aclama/ por su forma de cantar.”


A lo largo del libro habla de andanzas, de niños, de jóvenes, de sus recuerdos y los personajes de Misantla. En ese lugar vio pasar la revolución de 1910 cuando estaba tomada por los zapatistas. El general Carlos Arellana dominaba la región venciendo después Rodiz, De La Llave y Cejudo, todos carrancistas. También tiene otras referencias a los acontecimientos del incendio en Santa Águeda en 1969, y a políticos como Echeverría, Díaz Ordaz, a quienes apoyó, así como al ingeniero Jaime j. Merino, María Félix, Jesús Kramsky, entre otros personajes que admiró.


La muerte, “ese momento en el que el tiempo se suspende”, presente en la obra del poeta por el dolor de la ausencia de su esposa, la muerte del General Lázaro Cárdenas, era para el vate un “momento en el que todos callan.”


Y yo podría callar, pero en su honor quise escribirte esto, de aquella entrevista que ya había sido publicada en el suplemento de cultura de La Opinión, el 17 de diciembre de 2001. El poeta y el hombre, al que conocí en la novena década de su vida, tenía por centro de su universo el no perder ni perderse, sin dejar huella.


Leyendo sus obras y recogiendo otros testimonios, no es difícil adivinar el papel que jugó el Juglar de Misantla en la política, se llamaba a sí mismo a “metiche, quien en los actos siempre estaba presente, y al instante era requerido por líderes sindicales y políticos de la época” por su gran capacidad de improvisación, y oratoria. El poeta era llamado a recitar en festejo, o para redundar un acontecimiento. De esto, me dijo que efectivamente improvisaba, pero que “lo interesante es que no se olvida.”


Al conversar recitaba, declamaba. Se adentró y creaba versos que al hablar redactaba -aunque suene esto mal- sin mesura. Pues de principio a fin, se consideró y deseaba ser recordado, como un ser especial y parte de esos hombres que forjaron a puño cerrado la base de la economía de nuestro país, que padecieron la explotación y las corruptelas, y que invitó a seguir buscando superar esa injusticia. Pero más coraje le daban los dejados. A muchos se los echó de enemigos cuando dijo en plena asamblea petrolera hace 50 años:


“¿Porqué tú, miserable y paria del destino te humillas ante el fuerte que siempre te ha explotado?

Si tú vas caminando honrado en tu camino, jamás dejes que el grande te tenga postergado.

No ves que las conquistas del pobre que trabaja las quieren para ellos, a ti no te dan nada. Nada más que siempre unidos tenemos la ventaja: Ganar siempre en la lucha, al fin de la jornada.

¿Porqué siendo gigante te sientes tan enano? ¿Porqué si ya has ganado te sientes oprimido? Procura luchar siempre unido con tu hermano: Verás que con los tuyos habrás siempre vencido.

No ves las angustias que padeces por el mísero salario que siempre te han pagado,

con toda tu energía procura ir desunciendo el yugo, que inhumanos, jamás te han liberado…”


El poeta era muy guapo. Dicen quienes lo conocieron de joven. Alegre, pero también vivió muchos desengaños y soledad. En sus versos sobre sí mismo, dice: “Recorro mi vista al pasado, y miro torpe al parecer yo niño. Les entregué inocente mi cariño, y veo que ahora, todo han olvidado.”


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